Rotting in the sun: un thriller doméstico que tiene como protagonistas al mismo director

17/09/2023

¿Qué tiene para decir el cine de nuestra época? ¿Cómo ajustar en términos narrativos y formales el caudal de impresiones que dominan nuestra era digital? Y todavía más, ¿cómo integrar los recursos materiales, y las opciones de registro digital, de tal modo que nos conduzcan al corazón mismo de las cuestiones que este soporte plantea, extendido como registro más allá del cine, al ámbito de la vida y de lo cotidiano?

Estrenada recientemente en la plataforma de streaming Mubi luego de su paso por Sundance, el festival de cine independiente que creara Robert Redford, Rotting in the sun, la última película de Sebastián Silva, se erige como un signo de los tiempos, acelerando el pulso narrativo en un thriller doméstico que tiene como protagonistas al mismo director haciendo de sí mismo, a Catalina Saavedra, actriz de La nana, su primera y celebrada película, y a Jordan Firstman, influencer que se integra a la ficción, al igual que Silva, a partir de un guion que trabaja tomando impulso de su propia vida.

Como en toda la obra de este director chileno, hay una estructura que piensa la dimensión de las clases sociales y sostiene en la trama de manera consciente un lugar para cada uno de sus personajes: el artista conflictuado que vive gracias a un mecenas y que de un momento a otro, entre pensamientos suicidas y lecturas obsesivas de Cioran, tendrá que vender su alma al universo de las redes sociales y a un posible contrato con HBO; por otro lado, una empleada doméstica que, como testigo invisibilizada, de repente cobrará un protagonismo exclusivo a los ojos del espectador; y por último, un influencer en apariencia superficial, que pondrá en cuestión qué es aquello de llevar una vida narrada y monetizada, y que al mismo tiempo será la puerta de entrada, para la película, a un universo en donde se pone en discusión la idea de intimidad, reducto moralista por excelencia, y que aquí muta de formas en función de quién sea quien actúa y quién el que mira.

Así, tal como indica su título, somos testigos de un cadáver que se va pudriendo al sol, que irrumpe narrativamente para trastocar los géneros, los modos de filmar y, en especial, el lugar que va ocupando cada uno de los personajes en escena, en un crescendo que configura a fuerza de montaje una trama de intrigas a partir de aquello que se dice, de lo que se hace y de lo que se ve.    

Crítica: Matías Lapezzata