Cinema verite: día uno
04/11/2023
En un marco celebratorio por los 40 años de democracia, y en expreso manifiesto de la defensa del cine y la industria nacional, las competencias oficiales del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata han comenzado a rodar. A pulso sostenido y sin pausa, a lo largo del día las proyecciones y actividades se sucedieron en todos los puntos asignados, y la ciudad, para quienes estamos abocados en exclusiva a estos menesteres, queda envuelta en un interés común teñido de la pátina del viejo celuloide. Pero no para todos será así… un grupo de surfers, amparados en sendos trajes de neopreno, no se preocupan por el agua helada ni por los haces de luces electrónicas y las imágenes en movimiento, más bien son ellos los que se mueven bajo la luz del sol montando las olas de un mar picado luego de las tormentas. Estos delicados acróbatas del equilibrio se mueven bajo la atenta mirada de los guardavidas, que estiran las piernas y se sacuden el frío desde las casillas que se suceden a lo largo de kilómetros por toda la playa, mientras algunos otros, transeúntes desconocidos, más tarde o más temprano, volverán la vista hacia las pantallas olvidándose del mar.
Las competencias han dado inicio, y no es casualidad que en la previa a la Sexta Edición del Foro de Cine y Perspectiva de Género, espacio de discusión que parece haber llegado para quedarse al festival, las primeras funciones tengan como protagonistas a las mujeres.
Tal es el caso de la primera función del día, en la proyección inaugural de la Competencia Internacional con el estreno mundial de Elena sabe, la nueva película de Anahí Berneri, reconocida directora argentina que tiene en su haber, entre otras, Alanís, con Sofía Gala Castiglioni. Protagonizada por Mercedes Morán y Érica Rivas, la película narra el devenir de una madre en busca de una respuesta, al tiempo que se pone en jaque la historia de toda una vida. En palabras de la directora, se ha intentado contar una historia de y por mujeres, por fuera de los modelos hegemónicos y políticamente correctos, para dar lugar a un relato que pueda pensar a sus personajes por fuera de lo establecido y sin estigmas. Mercedes Morán y Érica Rivas, madre e hija respectivamente, pondrán en escena lo complejo de lidiar con determinados mandatos, y las dificultades que atraviesa su vínculo cuando, en determinado momento, una hija queda a cargo de su madre, en una inversión de roles inesperada y dificil de asimilar, que pone en relieve también los obstáculos incesantes que las vidas tienen que enfrentar en lo cotidiano: el viaje en un tren, o un trámite en un hospital, son empresas que requieren de una energía y una integridad descomunal.La cámara de Berneri, pegada al cuerpo de Morán y en tomas cerradas siempre sigue desde atrás el andar a los tropiezos de una madre con voluntad de hierro, que busca una explicación para la muerte de su hija. Es una película de factoría industrial, que con maestría y oficio através de un montaje que vieja en el tiempo, ensambla la historia y los mundos interiores de la pareja protagonista, para descubrir aquello que no siempre se quiere ver. Se vive como se puede, parece decir alguien sobre el final, cosa que nunca es poco. Tendrá su estreno en las salas de Córdoba el próximo 16 de noviembre, y el 26 de noviembre en la Netflix, compañía que la produce y que ha aportado en buena medida a esta nueva edición del festival.
Alineada entonces con esta perspectiva, y conformando un cuerpo discursivo que se extiende a todas las áreas del festival, hoy también se proyectó la primera de las películas de la Competencia Latinoamericana. Dirigida por Paula Hernández, que tiene en su haber películas como Los sonámbulos y Las siamesas, protagonizada por Alfredo Castro y Almudena González, El viento que arrasa es también una adaptación de una novela homónima, en este caso de Selva Almada. Leni, una mujer de 18 años, lleva una vida nómade junto a su padre, el reverendo Pearson, quien la conduce por algunos recónditos lugares del noreste argentino, predicando la palabra de Dios en un monólogo que dirige incansable a propios y ajenos, en una época indeterminada pero donde se reconoce una marca, pues la música se escucha en casetes. Y será la música justamente el disparador, entre otros, de una crisis que lleve a Leni a preguntarse quién es y qué puede hacer con su propia vida, en un viaje que tiene como telón de fondo el inmenso cielo y la formación gradual de una tormenta. Abandonando los interiores y los planos cerrados de sus producciones anteriores, en esta nueva entrega Hernandez trabaja en un espacio abierto, quizás como contraplano de la interioridad de sus personajes, que en ese desplazamiento por una geografía que se extiende siempre un poco más allá, ven movilizadas y puestas en crisis sus propias subjetividades. Leni, en tránsito a otra dimensión de su vida como mujer, despierta al mundo bajo el nuevo sonido de un casete que obtiene de casualidad, recordándonos, entre otras cosas, la potencia de quiebre que puede alojar, en una canción, la música.
Crónica desde Mar del Plata de Matías Lapezzata. Crítico acreditado en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata.