Indiana Jones y el dial del destino. La certeza de que cada quien pertenece a un tiempo histórico preciso.
06/07/2023
Indiana Jones y el dial del destino, la última entrega de la saga imaginada sobre finales de los ’70 por George Lucas y Steven Spielberg, transcurre en 1969. Más precisamente, comienza el día en que el gobierno de EEUU celebra un desfile en homenaje a los tres astronautas que han regresado del primer viaje a la Luna, luego de dar aquel famoso gran paso para la humanidad. Fue un acontecimiento que de alguna manera involucró a toda la Tierra, y que puso la discusión sobre la técnica de nuevo en el escenario público y político, a un nivel que tuvo como único antecedente inmediato, quizás, las explosiones de las bombas atómicas en Nagasaki e Hiroshima, cuando la técnica pudo encontrar modos de manipular los núcleos atómicos para la creación de energía. La historia y la ciencia serán la puerta de entrada y el telón de fondo para las nuevas aventuras de nuestro héroe, un arqueólogo que a fuerza de su propia historia y con suerte, mucha suerte, emprenderá un viaje junto a su ahijada en busca del Anticitera, un complejo aparato mecánico creado por Arquímides, uno de los más importantes matemáticos de la historia, muerto en Siracusa en el siglo III A.C., bajo el asedio del imperio romano. Por supuesto y como de costumbre, no están solos en esta empresa. Un grupo de nazis, bajo el mando de Jürgen Voller, pretenden también encontrar esta pieza perdida en el mar Egeo. O habría que decir que van por una de sus mitades, pues un amigo de Indy ya tenía bajo su tutela la primera parte, objeto de disputa desde la primea escena (que tiene como marco la caída de Hitler en la segunda Guerra Mundial), que ira pasando desde entonces de mano en mano a lo largo de toda la película, generando gags, escenas de acción e inconvenientes de todo tipo, evocando una tradición en que el cine encontraba su motor en los medios físicos y contribuyendo, todavía, a una relectura de los episodios anteriores de la saga, a través del desarrollo continuo de su personaje estrella, que a pesar de los años, todavía recoge el sombrero a último momento y no puede evitar tenerle miedo a las serpientes.
Además de su ahijada, que es ladrona, debe miles de dólares a un mafioso y está siempre dispuesta a estafarlo, los acompaña un niño, también ladrón y piloto de avión, recreando aquel famoso grupo protagónico del episodio en el Templo de la Perdición, y evocando un principio de realidad como el de las mejores películas de aventuras, en donde todo, o casi todo, es posible gracias a la destreza física, la mecánica y el conocimiento.
Cada quien persigue distintos intereses en la carrera por la consecución del Anticitera: el Dr. Jones quiere preservarlo en un museo, para sumarlo como acervo al historial de la ciencia humana; Helena, su ahijada, junto a su secuaz infante, quiere venderlo en el mercado negro para salvar sus deudas; Voller en cambio, asegura que el Anticitera, concebido para predecir el movimiento de los astros, además puede predecir fisuras en el tiempo, permitiendo viajar a través de él. Su obsesión es restaurar el orden mundial bajo otro signo: volver en el tiempo para que los nazis puedan ganar la guerra. Pero en su afán expresa todavía más, como buen rasgo de la maldad que ostenta, ambicioso y fuera de control, su deseo también es dar un paso en la historia de la ciencia: con la llegada a la Luna, se ha traspasado el límite espacial, lo que sigue, en sus propias palabras, es franquear los horizontes del tiempo. Su deseo pone en relieve interrogantes sobre la técnica que hoy todavía, en la era digital, acucian la existencia. ¿Quién, cómo y para qué, impulsa y hace uso de los saberes que la ciencia brinda como herramienta?… o más todavía: ¿es la técnica solo un medio?
Como detalle final, diremos que Voller se lanza tras el Anticitera financiado por el gobierno de EEUU, para el que a cambio, y bajo una identidad falsa que vela su maldad, ha desarrollado el saber con el que la nave Apollo pudo llegar a la Luna. Y también que, una vez finalizada la película, tendremos la certeza de que cada quien pertenece a un tiempo histórico preciso y es responsable en él.
Crítica de Matías Lapezzata