Sur Oculto celebró 25 años con la música
25/06/2023
Sobre finales de los ’90, con un país a punto de estallar, en esta ciudad en donde la arquitectura del poder, ominosa y fuera de sintonía, hoy mira el río desde dos edificios protegidos por la policía, rejas, puentes y aguas contaminadas, el paisaje de la zona del ex mercado de abasto era otro. Los grupos corporativos todavía no se habían adueñado de la ribera y la municipalidad no ofrecía allí shows naif de cara a un sol naranja a fuerza del filtro de la polución, bóveda opaca que puede verse desde cualquier barrio periférico. No era extraño que por allí, algún delirante hiciera una que otra fiesta psychotrance con CPU’s que no eran transportables, debajo del asfalto, en esos túneles a la sombra seteados para el baile gracias a los haces de luz de los autos. O que una verdulería se transformara de buenas a primera en un antro musical. Era una zona un tanto olvidada para los agentes del tráfico diurno. Más bien oscura, abierta a la noche supo parir de la mano de trasnochados feligreses y busca vidas, una movida ligada al rock y la contra cultura, que tuvo su ascenso y su caída. En ese magma, nacía en un viaje sónico y atravesando no se sabe qué espacio, Sur Oculto.
Habiendo pasado 25 años desde entonces, y justamente en ocasión de su festejo en Club Paraguay, Sur Oculto se presenta como entonces: una mole de sonido concreto y groove con una fuerza descomunal, que se contrae y expande irradiando música tracción a sangre.
La experiencia de su escucha, después del recital, perdura en el recuerdo hecha cuerpo: la materialidad de sus creaciones se registra en la vibración interna que produce cada nota de la batería y el bajo, porque resuenan en la caja de huesos, vísceras y músculos, expandiendo nuestro límite físico hacia afuera, y en el penetrante sonido del teclado, que toma por asalto los tímpanos en su repetición desquiciada, cuando no nos transporta como una ola de sonido o un colchón con ruedas.
Sur Oculto parece encarnar una entelequia cuyo límite es el escenario, y su realidad, el encuentro de sus integrantes ante el público, en el territorio de la música; una mezcla antigua e indescifrable dispuesta para el ritual de invocación de ese lugar al que solo la ejecución en vivo, con potencia brutal y técnica precisa, puede llevarnos. Alguien entre el público decía que sonaban como la banda de sonido del infierno. Habría que agregar que sí, pero que su música es también un funk celestial, dicotomía que parecen conjurar sobre las tablas creando un limbo existencial.
En estas épocas convulsas y desencantadas, mirando desde la distancia del tiempo y siguiendo a los maestros del rock en aquello de que la música, quizás, solo tenga sentido una vez que nos echamos a rodar, no queda más que agradecer el encanto de su entrega en vivo, genuina y consciente de la necesidad primera de salir al encuentro, y avanzar a la par.
Anfitriones en su noche aniversario, compartieron la fecha con Lenguaje de Víboras, banda local con reminiscencias stoner y black metal, y con los pampeanos Donna Tung, enmascarados al servicio de un rock alternativo con reminiscencias de los noventa.
También anunciaron show a fin de año con la participación de todos los integrantes que se dieron cita en la formación a lo largo del tiempo, siendo Teves, su bajista, el único miembro fundador que aún perdura.
De más está decir que allí nos vemos.
Crítico invitado: Matías Lapezzata