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El siervo inúltil - película - portada - OYR

Crítica: “El siervo inútil”, una película cordobesa en Cines Showcase

21/05/2023

Hay un modelo cinematográfico que articula narrativamente casi todo el cine que ostente, si se quiere, un relato clásico. En él, hay un núcleo narrativo que sostiene sus partes, hay personas que actúan en función de los acontecimientos que se desatan a partir de este centro gravitacional y, sobre todo y en general, hay buenos y malos. En El siervo inútil, la ópera prima de Fernando Lacolla, estos elementos existen y configuran una trama que gira en torno al lobby inmobiliario y el ejercicio del poder. Así, sobre el principio de la película, un empresario encuentra que la construcción de su obra edilicia está detenida por un problema burocrático… le falta una habilitación, algo relativo a un acceso o una calle pública que en el trazado de la planificación, todavía no ha sido aprobada. Quizás también tenga otros inconvenientes, porque el predio donde pretende erigir su nuevo proyecto está habitado. Lo que se expone de manera inmediata es el tema: la gentrificación, proceso histórico que no es ajeno a nuestra ciudad (recordemos sobre principios de los dos mil, y en consonancia con otras políticas provinciales, la implementación del programa Nuevos Barrios, que trasladó a la periferia asentamientos que estaban en lugares estratégicos para el sector desarrollista, dando lugar a la creación de los barrios Ciudad de mis sueños y Ciudad Evita). La novedad de este proceso de un tiempo a esta parte, es su aceleración, el modo que avanza sobre todo y reconfigura la ciudad en un doble movimiento que no se detiene: creciendo hacia arriba en el centro citadino, al tiempo que se expande sobre el monte por fuera de los límites municipales.

 

El siervo inútil - OYR

 

En este escenario, el conflicto de la película se centra en Luca, protagonista casi exclusivo, quien siendo empleado y yerno del dueño de la empresa inmobiliaria a cargo de la construcción, recibe el encargo de destrabar el parate de la obra. Lo que sigue a partir de ese momento, será el avanzar a tientas de Luca en un universo que no alcanza a comprender del todo, y que lo va comprometiendo de maneras, sino insospechadas en función del cargo y la clase que representa, que no desea. Habría que decir mejor que el problema que se le presenta, es el de ejercer la responsabilidad que le toca en función de las decisiones que ha tomado y que lo llevan hasta ese preciso momento.  El acierto de Lacolla es lograr que la película, construida sobre ejes narrativos precisos, no se centre justamente en los elementos descriptivos de la historia, sino que apele a lo singular de la imagen cinematográfica para crear un escenario que hable de Luca, del extravío y destrucción al que se ha conducido y en el que se ve expuesto. Hay antagonismos clásicos y propios de un imaginario forjado en el progresismo local: la policía aparece como el brazo armado del poder, conformado por políticos corruptos y grupos empresariales; como trasfondo, el conflicto entre los emprendimientos inmobiliarios y la agricultura campesina, que concentra a su vez el antagonismo entre el hombre de ciudad y el de campo, enfrentados en otra dicotomía: posesión versus propiedad.

Lacolla apuesta por una búsqueda que en la construcción de climas, a partir de imágenes y sonidos, transforma el andamiaje narrativo en complemento y expresión de la interioridad de Luca, que al tomar conciencia del modo en que obedece y de las consecuencias de sus actos, experimenta un quiebre en su subjetividad, momento en el cual la vida se le empieza a desintegrar.  

Crítica Matías Lapezzata

 

 

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