Y un día la Mona se subió al Obelisco
29/05/2022
Colgado a la palmera
El 29 de enero de este año, una foto sacudió la escena del mundo del espectáculo y de la política. El jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta vino a Córdoba a almorzar un asado con Carlos “La Mona” Jiménez.
“Lo de ‘La Mona’ es mucho más que un mensaje para Córdoba. Le da a Horacio un roce con lo popular hacia el resto del país. Y, si bien uno lo podría creer en las antípodas de la ideología, termina siendo algo parecido a lo de Mauricio con Carlitos“, señaló un integrante del PRO a La Política Online. Carlitos no es otro que Tévez y Mauricio cae de maduro: Macri.
De hecho, la excusa del desembarco en Córdoba de Larreta tuvo como eje principal la cultura y el turismo. Y el propio Enrique Avogadro, ministro de Cultura porteño, estuvo detrás de los pormenores del encuentro con el cuartetero, señala el mismo sitio político.
La nota que escribe el periodista Gabriel Silva da cuenta del siguiente comentario: “Avogadro y Matías, el hijo de Gustavo Santos (en ese momento diputado nacional PRO, hoy en un cargo importante de turismo a nivel mundial), estuvieron detrás del armado del encuentro con ‘la Mona'”, reconoció otra fuente en relación al vínculo del hijo del parlamentario macrista con ‘Carli’, el hijo del artista cordobés.
“Decime que estás en Córdoba sin decirme que estás en Córdoba. Gran charla, @lamonaoficial. Gracias a vos y a tu familia por recibirme”, posteó Rodríguez Larreta en su cuenta de Twitter.
Tal vez algún parroquiano del Bar Bon Q’ Bon haya comentado la foto pero los moneros al parecer no se enojaron porque hicieron estallar la taquilla del Festival Boom Boom. Después vino Patricia Bullrich al Cosquín Rock y estalló otra polémica para pocos. La mayoría de los que estaban en este último evento ni se percataron de la presencia de la ex Ministra de Seguridad de la Nación. Se modifica la frase de todo arte es político por toda red social es política.
Una Mona en Capital Federal
Para celebrar sus 55 años de trayectoria con un género musical que es parte de la identidad de los argentinos, la Ciudad de Buenos Aires homenajea al cantante Carlos ”La Mona” Jiménez con un show gratuito frente al Obelisco el domingo 29 de mayo a las 17 horas.
“Tengo más de 1200 canciones grabadas y 200 hits de los que elegimos 22, que son los que voy a cantar para festejar mis 55 años de carrera con esta fiesta bien arriba como se merece todo el país”, compartió el artista.
“Estoy feliz, tengo contento el corazón, salta de alegría. Hace muchos años canté en el Obelisco cuando se despidió Julio Bocca, canté Balada para un Loco, pero esta vez voy a estar con mi grupo de cuarteto, que somos 13, y vamos a hacer cuarteto”, expresó La Mona
“Quiero agradecer a la Ciudad de Buenos Aires por este homenaje en vida que me hacen en el Obelisco, y también a la gente, de todo corazón. Pensar en disfrutar de estar en un lugar tan emblemático con toda la gente es muy emocionante. Además, siempre hay alguien que me va a ver por primera vez ampliando el público porque soy un viejo joven”, agradeció el cantante popular.
“El domingo la gente me va a dar tanta alegría que es probable que me salte un lagrimón. El amor que hay hacia mí por parte de la gente de la ciudad de Buenos Aires y de toda la provincia, es el mismo amor que yo siento por ella. Hay una onda muy positiva”, sostuvo“La Mona” Jiménez en diálogo con Disfrutemos BA.
Por su parte, el jefe de gobierno porteño, Horacio Rodriguez Larreta, sostuvo: “Los recitales son parte del ADN de la Ciudad. Además de ser una fuente de trabajo para miles de personas, la música en vivo es fundamental para el bienestar de las personas, porque nos da lugar a relajarnos y a disfrutar con familia y amigos. Con su música, sus ritmos y sus letras, La Mona hace exactamente eso, por tal motivo para nosotros es una alegría su participación en el recital que estamos preparando para fines de mayo. En la Ciudad vamos a seguir trabajando en iniciativas como esta, que generan trabajo y tienden puentes federales, trayendo expresiones de la cultura popular de todo el país”.
Pelando la banana
La gente que está más allá de la música cuartetera asocia a La Mona con el crédito del desaparecido Banco Social de Córdoba durante la gestión de Eduardo César, el spot de pago mis impuestos con José Manuel, hoy ambos mirando desde el cielo al Monkey llegando al Obelisco de forma solista, entre otros enredos con el poder. Lo que nadie puede negar es que el líder cuartetero tiene un carisma capaz de hipnotizar al mismísimo Perry Farrell, creador del Lollapalooza.
Cuarte punk en el Festival de Folclore de Cosquín
El 23 de enero de 1987, el cuarteto estuvo incluido por primera vez en el tradicional Festival Nacional de Folklore de Cosquín. Fue de la mano del Cuarteto Leo, con Eduardo Gelfo a la cabeza siguiendo el legado de sus padres y abuelo, los creadores del ritmo más alegre del país.
Al año siguiente, el 27 de enero de 1988, La Mona Jiménez era el número principal de la noche en la Próspero Molina con una convocatoria nunca antes vista. Setenta mil personas rodearon el predio del festival aclamando por su ídolo.
Pero sólo pudo cumplir con cuatro temas: “Con una agujita de oro”, “Quien se ha tomado todo el vino”, “Mi gallo es bien gallito” y “Nuestro estilo Cordobés”. En medio del show, los seguidores desbordaron la plaza y se generaron incidentes entre el público, con heridos y varios detenidos.
Ese día significó la consagración de La Mona para toda la Argentina, porque desde allí el cuarteto empezó a ser considerado por todo el país. Pero también significó la expulsión de Jiménez del Festival de Cosquín, en lo que se consideró como “una noche negra”.
24 años más tarde, el 24 de enero de 2012 Jiménez volvió a pisar el escenario Atahualpa Yupanqui sacándose la espina de aquella noche trunca. “Fuimos echados como perros de Cosquín, pero esta igual no es una revancha. Vinimos a terminar lo que quedó pendiente en el 88”, interpretó Jiménez sobre el final de su recorrido musical.
Pensando en los Redondos
El 19 de abril de 1991, Walter Bulacio de 17 años fue detenido cerca de Obras, donde tocaban Los Redondos. Sin motivo, se lo llevaron a la Comisaría 35a, lo golpearon y, una semana después, murió en el hospital. Este hecho lamentable daba inicio a lo que después se conocería como la Misa Ricotera. Es decir, la banda liderada por el Indio Solari empezó a buscar ciudades que no sean Capital Federal y comenzó el peregrinar de sus seguidores que con el tiempo la prensa denominó como “tribus ricoteras”. Pero…, antes de que esto aconteciera, Carlos “La Mona” Jiménez ya había ocasionado ese movimiento de cuarteterxs que viajaron a dedo, auto, motos y en colectivos a verlo a la famosa noche turbulenta en el Festival de Cosquín Folclore.
Esa noche del 23 de enero del 87, los moneros marcaron el antes de los ramoneros que el 13 de mayo de 1996, se amontonaron en Lavalle y Florida en el centro porteño y destruyeron todo a su paso luego de ser estafados por una conocida marca de gaseosas que había prometido tapitas por entradas para el último show en Argentina de la banda de punk rock estadounidense. La policía debió intervenir y reprimió a todas las personas que estaban haciendo disturbios. Hubo saqueos, peleas y una lluvia de piedras que causó destrozos en los alrededores. Luego de ese episodio, que fue reflejado en todos los medios locales, finalmente la empresa empezó a entregar las localidades y todo volvió a la normalidad, pero con colas interminables.
Ese show de Los Ramones en River Plate fue mítico, más teniendo en cuenta que Argentina era uno de sus bastiones. La primera vez que la banda llegó a estas tierras fue en 1987. Luego volvieron sin parar en 1991, 1992, 1993, 1994, 1995 y 1996.
En esa ocasión fueron teloneados por Iggy Pop, Die Toten Hosen, y en el marco nacional, Dos Minutos y Ataque 77. Un verdadero festival punk de primer nivel con el broche de oro, en aquel momento, con la siguiente formación: Johnny, Joey, Marky y C. J.
La vuelta de los moneros a Cosquín fue recibida con alta presencia policial, negocios cerrados y vallas de contención, pero fue una fiesta. El 16 de marzo de 1996, los Ramones decían chau para siempre en River.
Un poco de teoría
“…En todos estos años, una sola vez la música popular atorranta, desclasificada, proleta, y para colmo cordobesa, apareció en escena: cuando los incidentes de Cosquín en 1987 nos descubrieron a los porteños la existencia del cuarteto, o más precisamente, de la Mona Jiménez. Al año siguiente sale La mona, va! Carlos Jiménez y el fenómeno social del cuarteto, de Roberto Mero. Un buen ejemplo de para qué puede importarnos la música: la Mona era el símbolo de un proletariado alzado, resistente e impugnador que iba a encabezar la revolución, así como se había llevado puesto el anfiteatro Próspero Molina y adyacencias (poco importa que la revuelta hubiera tenido más que ver con el contenido de muchos tetra brick antes que con las lecturas de Lenin). En fin: lo editaba el viejo Partido Comunista. De música, nada: nuevamente, identidades y movimientos sociales salpimentados con optimismos políticos. Una lástima. El resto será, entre el ascenso irresistible de Ricky Maravilla o el apogeo de Lescano y los Pibes Chorros, pura cobertura periodística, aunque disfrazada de sesudas notas especiales de Clarín Cultural o las revistas Viva o Noticias. La sociología de la cultura abandonó el análisis en manos de la Tota Santillán y Alberto Fernández (aquél del famoso dictum “la cumbia villera genera violencia”). Estaba, supongo, demasiado ocupada con las clases medias y las asambleas populares…”, escribió Pablo Alabarces en 10 apuntes para una sociología de la música popular en la Argentina.
Territorio
“…Un territorio es casi siempre necesario para la identidad de un grupo. El territorio es, también, señal de identidad. Para constituir una identidad compartida, un grupo -en nuestro caso algún grupo de jóvenes- opta por un territorio, que puede ser un lugar de diversión nocturna, y deposita en él aspectos simbólicos constituyentes de su identidad. Un espacio pasa así a convertirse en lugar a partir del sentido que le es conferido por las interacciones físicas, afectivas y simbólicas de quienes lo frecuentan. Un lugar –disco, bailanta- es un espacio cargado de sentido y contiene en su disposición espacial posibilidades, prohibiciones y prescripciones de orden interactivo que son inteligibles para los concurrentes habituales… La relación con el espacio urbano varía también en función de la condición de clase. En los sectores medio y alto el consumo es determinante: la identidad grupal es modulada por el perfil simbólico de los bienes que se pueden consumir. En las clases populares los consumos son escasos y no es común apelar a ellos como signo de distinción. Entran a jugar las afiliaciones barriales; el barrio es el territorio en el que se depositan aspectos afectivos y simbólicos y en tomo del cual se constituyen señales de identidad y pertenencia…”, dice uno de los párrafos del libro La cultura de la noche, compilado por Mario Margulis y que tiene a Iván Noble, en ese momento estudiante de sociología, entre uno de los autores.
Defendiendo el territorio
“Siempre que una relación se rompe, me acuerdo de la letra de “Tinta China” de Carlos “La Mona” Jiménez y su famoso “llevo tatuado tu nombre, mujer”.
Siempre que fui a sus bailes me encontré con mujeres de presidiarios que iban a buscar un saludo, una foto, una firma para llevarle a sus parejas. Las mujeres tenían tatuado el nombre de la persona que amaban.
Ese tatuaje punguero, esa señal de pertenencia al otro, significaba que ese territorio estaba ocupado y que si alguien lo volvía a ocupar, era simplemente por dinero para llevarle al que estaba entre rejas.
Me acuerdo cuando los fans de La Mona fueron al Cosquín Folclore y destrozaron toda la ciudad. Un acto similar, pero en Capital Federal, lo protagonizaron los seguidores de los Ramones cuando una gaseosa organizó un canje de tapitas por entradas. La destrucción de la zona del barrio porteño de Florida, obligó a que el auspiciante hiciera un River gratuito para todos.
Muchas veces me pregunto qué tendrán los Ramones, una banda de punk cuadrada que nos sumerge en 40, 60 minutos a una copia calcada de cada una de las canciones. La respuesta es simple: actitud. Su histrionismo en escena metía el miedo que toda banda quería para que el público la respete. La pose de Joey Ramone cantando es imitada por miles de vocalistas en el mundo. La distorsión sucia y ruidosa de la guitarra y el fraseo característico del bajo hicieron un hito en la historia del rock and roll.
Los Ramones nacieron, crecieron y vivieron en Nueva York; pero Joey, Johnny y Dee Dee murieron en Los Ángeles. Fueron a la tierra que era de México y que ahora es habitada por muchos de ellos pero indocumentados. Dejaron la ciudad de la Estatua de la Libertad, la ciudad en la que vive Lou Reed, la ciudad del Madison Square Garden y la que todavía conserva el Empire State pero no las Torres Gemelas.
La Mona es igual a los Ramones. Lo que hace es punk rock a pesar de que su estilo es el cuarteto. El público es similar por el origen de su clase social. Son contradictorios y se da la amalgama: actitud y rebeldía.
Lo más llamativo es la idea de territorio que tienen estos fanáticos. Es decir: ganamos este lugar, es nuestro, nos maltratan y van a pagar por esto. Está comprobado que, en la guerra, batallas que se ganan significan alta moral en la tropa y que nunca más los perdedores volverán. En el caso de La Mona no fue así. El cuartetero más famoso no volvió al festival pero la gente de esa ciudad recuerda ese momento todos los días. Los desclasados tomaron por asalto la ciudad. Era su noche y su lugar.
El rock es adquisición de territorio. Ocupar lugares que otros ocupan y hacerlos propio. Cuando surgió el rock, los jóvenes coparon la pista que hasta ese momento estaba siendo usada por sus padres o hermanos mayores. Se empezó a cambiar la escenografía de los lugares, se agregaron luces y sonido. La juventud se sentía identificada con un estilo y un ritmo. Tenía su lugar y nada ni nadie se lo iba a quitar. El rock no sólo ganó espacios y adeptos sino que significó que muchos llegaran a una simple conclusión: es mi vida.”, escribí en mi libro NosoyRock que lo pueden descargar de este sitio. En el momento de publicación, “La Mona”, no había vuelto al Festival de Folclore después de 1988.
Cerrando
El sábado 11 de abril de 1970, Sandro se convirtió en el primer latinoamericano en cantar en el Madison Square Garden, el mismo lugar al que quiere llegar La Mona para despedirse con todos los honores de los escenarios. El concierto de Roberto Sánchez fue el primer evento musical transmitido por televisión en vivo y vía satélite. Fue visto en 16 países de América por 250 millones de personas.
Dicen las efemérides de ese día que Alejandro Romay (Canal 9) le ganó la pulseada a Goar Mestre (Canal 13) el 11 de abril de 1970 a las 22.30 (hora de la Argentina), ya que puso en pantalla el trascendente show de Sandro. El canal rival, apostó a otro evento internacional y en “Sábado circulares de Mancera”, una hora antes, se vio el despegue del Apolo 13, desde el Centro Espacial Kennedy, en Florida, Estados Unidos.
Tal vez el líder cuartetero pueda tener la oportunidad de triunfar en la ciudad de Nueva York, porque la globalización todo lo puede. Por ahora, resta recordar que un 24 de mayo, cinco días antes de su desembarco en el Obelisco, nacía Rodrigo Bueno, el cantante que nos hizo cantar a todos los argentinos: “soy cordobés” y que contó la historia del cuarteto como nadie lo hizo. Desde el cielo debe estar diciendo: “soy jimenero, es decir, de Carlos Jiménez Rufino”
“…Soy cordobés y ando sin documento/Porque llevo el acento de Córdoba capital/Como creyente, yo le doy gracias a Dios/Por esta bendición que en la sangre llevamos/Es como el año “tunga, tunga” del mejor/Es nuestro rock and roll y a La Mona idolatramos…”
Textos: Carlos Rolando (Ig: @otrasyerbasrock)